Los procesos dialógicos permiten abordar los desencuentros, distanciamientos, tensiones y conflictos que se generan entre distintas personas, sectores y grupos sociales y la violencia asociada, así como propiciar el reconocimiento y validación del otro, la formulación de estrategias de acción ciudadana y el aporte a las políticas públicas.
Dada la complejidad de los procesos sociales, en el relacionamiento entre actores emergen diferencias en cuanto a identidades, visiones de mundo, necesidades, actitudes y prácticas; los procesos de diálogo reconocen y recogen esa diversidad de elementos que los actores ponen en juego, con toda su carga subjetiva e intersubjetiva, a fin de generar encuentros interpersonales y sociales reales y productivos que permitan avanzar hacia significados compartidos, superando el estancamiento producido por la existencia de posiciones e intereses contrapuestos.
La puesta en práctica de esos distintos procesos dialógicos ha generado resultados importantes por la cantidad y diversidad de sectores y personas involucradas: pe. entre octubre de 2007 y diciembre de 2010 participaron más de 8.000 personas de las nueve ciudades capitales y El Alto.
La Fundación UNIR ha desarrollado y validado a lo largo de más de diez años distintas metodologías de diálogo:
Busca crear condiciones óptimas de interacción social que promuevan la consolidación de capital social y de tejido social, con una visión constructiva basada en el reconocimiento de la dignidad humana y orientada al bien común. Permite transformar relaciones conflictivas promoviendo la aceptación y no discriminación a partir de las diferencias, mediante el reconocimiento de la existencia de distintos modelos mentales y categorías que conducen a formas distintas de entender la misma realidad. Es un proceso de transformación personal e interpersonal con un horizonte de transformación sistémica o estructural.
Permite el encuentro constructivo de visiones distintas, opuestas o confrontadas y la construcción de visiones y significados comunes a fin de promover el reconocimiento del otro y la deconstrucción de la imagen de éste como enemigo. Se enfoca en la transformación de las relaciones entre sectores o grupos distintos, generando resonancias sistémicas o estructurales. Busca incidir de manera directa en los patrones de estigmatización existentes en procesos de polarización política o social y, de manera indirecta, en los niveles de confrontación y violencia que se generan.
Se sustenta en dos factores: primero, la necesidad de que la ciudadanía asuma responsabilidad sobre los problemas existentes en el país y sobre la búsqueda y puesta en práctica de alternativas de solución y, segundo, la importancia de que estas acciones sean desarrolladas por la propia ciudadanía puesto que el ámbito de las políticas públicas no siempre es de fácil acceso. Busca superar las visiones unilaterales y restringidas de la realidad, entrelazando diferentes perspectivas para lograr una visión más completa y rica. Fortalece el poder y la voz de la ciudadanía en la perspectiva de desarrollar una infraestructura de paz que incida en la construcción de equidad, democracia y paz.
Se propone realizar una efectiva contribución a la reconciliación y a la gobernabilidad local y/o localizada, generando condiciones para que la dimensión de poder y voz tenga incidencia en procesos democráticos e incluso de gobernanza entre entidades públicas y sociales y a su interior. No prioriza únicamente el diálogo sino también la deliberación y otros métodos alternativos, en atención a las características y condiciones de la intervención.